Josef Seifert:

“No se trata aquí de un interés ligero de cualquier persona extranjera…, se trata de nosotros mismos, de nuestro todo. La inmortalidad del alma es algo que nos importa tanto, que nos atañe tan profundamente, que hay que haber perdido todo juicio para vivir en la indiferencia respecto a saber de qué se trata. Todos nuestros actos y nuestros pensamientos deben seguir caminos tan distintos según haya unos bienes eternos que esperar o no, que es imposible hacer algo con discernimiento y buen juicio sin tomar como punto de referencia esta cuestión, que debe ser nuestro último objeto. Así, nuestro máximo interés y nuestro primer deber consiste en aclarar este asunto del que depende toda nuestra conducta….”